Los colchones están rotos, las cunas oxidadas, no hay sábanas para colocarles, y en las paredes despintadas y sucias hay unos clavos que empleados colocaron para sostener los sueros que tuvieron que comprar familiares de los internos para hidratarlos.
Allí no hay cardiólogos, ni gastroenterólogos, tampoco cirujanos, ahora es que tienen una pediatra que consulta tres veces a la semana, visita los internos y trabaja en emergencia. Para continuar.